NOVELA JUVENIL
Por el camino de Ulectra
Anaya, 2007
En 2314 todos los seres humanos, que están programados para morir a los setenta y cinco años y que no saben leer, tienen insertados en el cerebro unos chips con vastos conocimientos, una simple pastilla les permite enamorarse sin sufrir y los problemas de salud están solucionados. Políticos y científicos han creado una sociedad aparentemente feliz, pero en realidad se trata de un mundo oscuro.
Glaster y Miguel descubren que sus progenitores han muerto en extrañas circunstancias mientras pretendían recuperar la capacidad de leer, ese privilegio milenario y misterioso que tiene la cualidad de evitar la maquinización de los hombres, y que podría devolverles la libertad. Para completar la misión de sus padres los dos jóvenes, con la ayuda del desenfadado Flecha, se embarcarán en un largo viaje hacia extraños planetas, enfrentándose a monstruos temibles y a un sinfín de peligrosas situaciones, cuyo desenlace tendrá lugar en Ulectra.
¿Merecerá la pena arriesgar la vida por recuperar algo perdido hace siglos, algo que ni siquiera saben en qué consiste exactamente? ¿Lograrán cambiar el destino de la humanidad?
Visión personal
De la misma manera que, como lector de novela policiaca, desde joven había tenido ganas de escribir una (y lo hice con Mi precio es ninguno), como lector de novela de ciencia-ficción tenía una “deuda”. Sin embargo, pretendía hacer algo diferente de lo usual, algo escrito con desenfado y que se alejara del pesimismo al que tiende el género. Quería escribir una novela de aventuras y con mucho humor, aunque con un trasfondo serio, que encontré en el objetivo de Miguel, Glaster y Flecha, el trío protagonista: conseguir que los seres humanos recuperaran el bien de la lectura, perdido hacía más de doscientos años en ese mundo aparentemente planificado a la perfección, en el que la adquisición de conocimientos de forma individual y libre es vista como un peligro. Para ello han de viajar a Ulectra y conectar un chip en el Ordenador Central. El libro, en realidad, tiene mucho de ficción y muy poco de ciencia (para cubrirme las espaldas y permitirme cualquier “invento”, introduje este párrafo: «Gracias a los pulsares o pulsaciones instantáneas, la nave de Flecha podía desplazarse a una velocidad superior a la de la luz. ¡Ah, qué de sorpresas se habría llevado un científico de, pongamos, el siglo XXI, que hubiera podido viajar al siglo XXIV! ¡Cuántos de sus axiomas y teorías demostradas habría visto derrumbarse! ¡Ah, sí! ¡Cuántos de sus esquemas se habrían venido abajo!»). De hecho, mi fuente de inspiración futurista (aparte de novelas y películas), más que rigurosos libros científicos, fueron numerosos artículos periodísticos recopilados a lo largo de varios años.
El humor, lo divertido, no suelen gozar de mucho predicamento en España. Para mí, la literatura, además de muchas otras cosas, tiene que ser divertida. Sospecho que para algunos la contraseña mediante la que los protagonistas han de identificarse ante sus posibles aliados, sogtulakk, es suficiente para no tomar en consideración este libro. Para mí es casi una declaración de principios: me tomo la literatura demasiado en serio como para no reírme a veces con y contra ella.
Las reacciones de Nico, el hybrot de Glaster, están inspiradas en el desarrollo de mi hijo Miguel entre el mes y el año, aproximadamente. Pero los hybrots se desarrollan mucho más rápido que los humanos, y pronto se convierte en alguien (más bien algo) impertinente, pelota hasta la náusea y cotilla. Con tales atributos, curiosamente, es el personaje que más me gusta, quizá por su origen.
Durante un tiempo estuve pensando en usar como título «Un mundo mejor», pero la novela es tan diferente de Un mundo feliz que pensé que podría llamar a engaño. Creo que Por el camino de Ulectra es un título más feliz, o mejor, como se prefiera.
Críticas
Primer capítulo
Una introducción
A principios del siglo XXIV muchas cosas eran como a principios del XXI. Había hombres y mujeres, gente malvada y gente noble, ricos y pobres, envidias, celos, afectos y desafectos. Y esos hombres y mujeres necesitaban respirar, dormir, comer y beber para sobrevivir. Pero otras muchísimas cosas habían cambiado. ¿Quién, en el año 2015, habría creído posible que una imagen digital de un pollo asado con patatas fritas pudiera convertirse como por arte de magia en un verdadero pollo asado con patatas fritas, aunque, todo hay que decirlo, menos sabroso que un auténtico pollo asado con patatas fritas? ¿O que se pudiera viajar mediante pulsares o pulsaciones instantáneas? Y, lo que es más importante, en el año 2314, el año en el que transcurre esta historia, nadie -excepto algún miembro del Consejo Superior, según se rumoreaba- sabía leer. La Sociedad de la Información acabó generando los Años Oscuros. Esto no quiere decir que los humanos fueran exactamente unos ignorantes: de hecho, poseían unos conocimientos vastísimos sobre determinadas cuestiones. El problema era que ellos no habían podido elegir en qué saberes aventurarse. El Centro Controlador había insertado en sus cerebros unos microchips que se cargaban de conocimientos especializados. En su intento de mejorar la existencia humana, de liberar a los hombres de sus penas y dolores, los políticos y científicos habían ideado un mundo aparentemente feliz, en el que los placeres estaban asegurados, pero en el cual no había igualdad ni libertad. Tampoco fraternidad. Respecto a esto último, por no haber, no había ni hermanos: todos eran hijos únicos, nacidos en probetas. Además, los descendientes se tenían individualmente, es decir, cada persona tenía un padre o una madre, pero no ambos a la vez. Eso, unido a la obligatoriedad de procrear a partir de cierta edad, hacía que la población se mantuviera estable.
Esta es la historia de Miguel y Glaster, que intuyeron lo importante que era ese bien perdido durante generaciones, la lectura y la libertad de saber, y que arriesgaron sus vidas para recuperarlo. Gracias a ellos, los hombres del siglo XXIV podrían leer esta historia, igual que, por ejemplo, los que vivieron en la primera mitad del siglo XXI (estos últimos gracias, también, al viaje de objetos a través del tiempo). No podríamos decir lo mismo de las personas que nacieron entre 2065 y 2314. Así que si estás leyendo estas líneas, ya sabemos algo de ti: no perteneces a ese desgraciado periodo de dos siglos y medio en el que nadie sabía leer.
Afortunado eres.